El inglés se ha convertido en el lenguaje que usamos para casi todo, ya sea que hablemos de trabajo o de ocio. Un buen dominio de la lengua permite viajar por todas partes y trabajar en casi cualquier lugar.
En lo personal, ya que he estudiado contabilidad, afortunadamente soy capaz de realizar mi trabajo en cualquier lugar que usen las normas internacionales de contabilidad; pero no sólo fue mi carrera lo que me llevó a donde estoy. ¿Sabían que para ser elegible para una visa de trabajo en México hay que demostrar que se está más calificado que una persona media mexicana con el mismo título? Trabajé para una compañía de construcción americana en Baja California Sur, y lo demostré mediante la presentación certificados tanto de inglés (de la universidad de Cambridge) como de francés (DELF, emitidos por la embajada francesa).
Tener estos certificados claramente no le consigue a uno el trabajo; pero le hace destacar entre la multitud en el mercado de trabajo altamente competitivo en el que vivimos.
He cambiado de residencia en varias oportunidades, y los dos únicos requisitos constantes para mi experiencia de trabajo son las finanzas y el inglés, varios puestos de trabajo mencionan el español como una calificación opcional. Incluso en mi primera experiencia profesional como auditor a tiempo parcial para KPMG en Montevideo, el inglés era un requisito indispensable, y sólo yo y otras dos chicas de mi generación, entre 30 postulantes, éramos verdaderamente bilingües. Eso me ubicó en el 10% de mayor calificación, ¡un lugar nada malo en el cuál posicionarse!
Espíritu de colaboración
Mientras leen esto, es probable que piensen que el Colegio ha cambiado mucho desde que me gradué, pero sé que sus valores fundamentales no lo han hecho. Fuimos educados para ayudar a nuestro medio ambiente desde una edad temprana.
Recuerdo con cariño cuando la mayor parte de nuestra clase colaboraba con el Grupo Bosque, la plantación de árboles a lo largo de la Brava… los mismos se pueden ver ahora a lo largo de las dunas, protegiéndolas. Mi generación, así como otras, hicieron esto, y es un honor haber podido colaborar.
Empecé a ir al IUA cuando tenía seis años, pero mi hermana menor fue desde los dos años y aprendió cómo plantar un jardín sin usar pesticidas en Preescolares. A todos se nos enseñó a reciclar, y estoy hablando de hace veinte años, cuando la sociedad aún no se preocupaba tanto por estas cosas. Sin embargo, el colegio sí.
Opté por usar la expresión “espíritu de colaboración” porque quería incluir el espíritu de equipo. Jugué al handball durante una buena parte de mis años escolares, y no fue hasta mucho más tarde que me di cuenta de la forma en que los deportes de equipo realmente hacen a una persona. Pasamos la mayoría de nuestros sábados viajando a Montevideo, o entrenándonos, dando lo mejor de nosotros. Al ser parte de un grupo, cada persona asume un rol y aprende a ayudar a sus compañeros de equipo. Suena tonto, pero las personas que nunca han jugado deportes de equipo tienden incluso a ser más centrados en sí mismos.
Mentalidad abierta
Desde que empecé a ir al colegio he estado rodeada de gente de lugares muy diferentes, la gran mayoría uruguayos y argentinos, pero tuvimos nuestra buena parte de compañeros franceses, canadienses, brasileños y españoles. Éramos niños provenientes de realidades muy diferentes; y, sin embargo, aprendimos a integrarnos y a compartir con ellos. Era normal para nosotros, alguien de fuera de la ciudad se une a tu clase: hacés tu mayor esfuerzo para integrarlo. Así es como hacíamos y lo sentíamos natural.
Después de recorrer un poco el mundo, puedo decir que esto no pasa en otros lugares, ni siquiera en Montevideo. Creo que Punta del Este en sí crea un escenario diferente, en el que se acepta la diversidad, y el Colegio apoyaba y estimulaba todo esto.
Tuvimos una compañera francesa durante dos años, que se convirtió en una amiga muy cercana a mí. Ella tenía una situación muy difícil en su casa y el Colegio era su lugar para despejarse. Después que se trasladó a Francia nuevamente, nos mantuvimos en contacto por carta (sí, Internet no era lo que es ahora); hasta que finalmente, las dos tuvimos Facebook y mantuvimos comunicación a través de este medio de comunicación social. Hasta el día de hoy, ella recuerda el Colegio y a sus compañeros de clase como lo mejor que le pasó en toda su adolescencia. Y es hermoso formar parte de algo así.
Creo que la exposición a diferentes nacionalidades y trasfondos culturales desde una edad muy temprana, me hizo ser más abierta a otras realidades, y ser capaz de adaptarme a diferentes lugares.
Hay un dicho (o, al menos, había un dicho cuando me fui de la escuela secundaria) que los amigos de la universidad son los que vamos a conservar para siempre, ya que los conocés en una edad más madura y por eso se establecen relaciones más estables… yo no estaría tan segura. Sí, he conservado varios amigos de la universidad, que adoro; pero el grupo increíble que continúo teniendo desde el IUA es indescriptible. Somos unas 25-30 personas que están ahí contra viento y marea y no tengo nada más que gratitud por haber compartido mis años escolares con ellos.